Red Educación y Solidaridad

¿Ser docente le hace feliz?

Education and Solidarity Network
10 noviembre 2016

La docencia frecuentemente se percibe como un trabajo al que aspiran muchas personas y de varias encuestas internacionales se desprende que verdaderamente los profesores disfrutan desempeñando su papel[1], afirmación que podría responder a nuestra pregunta y con la que ya mismo podríamos dar por acabado este artículo, lo que sería un buen ejemplo de que los árboles no nos dejan ver el bosque. En realidad, disfrutar de la docencia no quiere decir que hará que los profesionales de la educación disfruten cada día como nadie.

Al mismo tiempo que por lo general están satisfechos con su calidad de vida, los profesionales de la educación están realmente sujetos a muchos factores que influyen negativamente en su vida profesional y personal, destacando: stress, salario, falta de reconocimiento y el equilibrio profesional-personal.

Según una encuesta internacional llevada a cabo por la Red Educación y Solidaridad y en 2015[2], sólo el 30% de los docentes entrevistados declararon estar satisfechos con el equilibrio entre su vida personal y su vida profesional. Este equilibrio es percibido por los docentes como el factor más determinante en su bienestar y tiene una enorme influencia en cómo perciben su estado de salud.

El segundo mayor factor que influye en el bienestar de los docentes es el stress. En Gran Bretaña, de una encuesta se desprendió que el 81% de los docentes han experimentado depresión, ansiedad, o stress en el trabajo mientras que más del 70% de los profesores ya han considerado alguna vez dejar la profesión debido al stress[3]. El sindicato de educación británico NASUWT incluso descubrió que el 2% de sus miembros ya se habían autolesionado alguna vez debido a la presión en el trabajo[4]. Las causas del stress son numerosas y bien conocidas: clases conflictivas, relación con los padres y la jerarquía, aumento en la carga de gestiones administrativas o gran carga de trabajo.  

Existen muchos otros factores que influyen en el nivel de bienestar de los profesionales de la educación: falta de reconocimiento social (uno de cada tres profesores estima que la docencia no es una profesión valorada por la sociedad[5]), bajos ingresos o retraso en el pago de los salarios, relación difícil con los colegas, los estudiantes y la jerarquía, acceso a la asistencia sanitaria o apoyo por parte del empleador y el sindicato.

Las consecuencias para los profesionales de la educación son múltiples: absentismo, desgaste profesional (burnout), daño físico y psicológico, disminución de la autoconfianza y autoestima, y tensión social. Desde luego no es privilegio de los profesionales de la educación sentirse presionados hasta la última gota. Generaciones de trabajadores de otros sectores han venido experimentando el mismo problema. La diferencia puede residir en que los profesionales de la educación tratan con estudiantes prometedores y se da una estrecha relación entre su salud y bienestar y el bienestar y la salud de los alumnos en las clases. Generalmente los beneficios de estudiar se ven drásticamente reducidos cuando los profesionales de la educación no se encuentran bien o experimentan ansiedad.

La educación de calidad pasa por escuelas saludables para los profesionales de la educación, pero también para los alumnos. En Kenia, los alumnos de primaria pierden el 11% de su año lectivo (20 días lectivos/año) debido a la malaria[6].  En muchos países, cada vez más chicas abandonan la escuela por un embarazo, o porque la escuela no es un lugar seguro para ellas. Por ejemplo, en Uganda el 78% de las niñas de primaria indican haber sido objeto de abuso sexual en la escuela.

Una formación mejor y más adaptada para los futuros docentes, más tiempo para la planificación y la preparación, más recursos y recursos mejorados, un mayor compromiso por parte de los sindicatos, apoyo psicológico o un sueldo justo son algunas de las acciones que deberían llevarse a cabo para garantizar condiciones dignas en el aprendizaje y en la enseñanza para todos las comunidades de educación, y apoyo a quienes lo necesitan.  

La salud y el bienestar en las escuelas han de ser una prioridad no solamente para los ministerios de educación sino también para instituciones internacionales, directores de escuela, sindicatos, padres, y la sociedad en su conjunto.

Con el objetivo de desplegar acciones futuras, la noción de bienestar de los profesionales de la educación ha de ser mejor evaluada y analizada. A este respecto la Red Educación y Solidaridad acaba de lanzar una encuesta internacional sobre los riesgos psicosociales de los profesionales de la educación.

El mundo necesitará 69 millones de profesionales de la educación antes de 2030 para proporcionar a todos los niños educación primaria y secundaria[7], y resulta crucial que todo  el mundo se asegure de que la docencia siga siendo un trabajo al que aspiran muchas personas y que les hace felices.

 

[1] Education and solidarity Network, International survey on determinants of health at work in the education sector, 2015

OECD, Teaching and Learning International Survey (TALIS), 2013

[2] Education and solidarity Network, International survey on determinants of health at work in the education sector, 2015

[3] Milburn, Phillips, Simos, Teacher Stress, 2012

[4] Huffington Post 13 09 2016 ‘High workloads are harming teachers’ mental health’ http://www.huffingtonpost.co.uk/chris-keates/teacher-mental-health_b_11987684.html

[5] OECD, Teaching and Learning International Survey (TALIS), 2013

[6] Malaria and primary education: a cross-country analysis on repetition and completion rate. Josselin Thuilliez. http://www.cairn-int.info/article-E_EDD_231_0167–malaria-and-primary-education-a.htm

[7] UNESCO Institute for Statistics, Laying the foundation to measure sustainable development goal 4, 2016

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