Según los intervinientes del panel « Uberisation y Salud » organizado por la Asociación Internacional de la Mutualidad en París en noviembre pasado, el 35% de la población de Estados Unidos trabaja como autónomos, y el 40% de éstos dicen que pueden encontrar un trabajo en menos de 48h a través de las plataformas digitales.
La emergencia de esta “desenvoltura 2.0.” estaría vinculada a varios factores:
- la crisis del empleo que castiga duramente a nuestras sociedades occidentales desde hará pronto una década y que fuerza a desarrollar un sistema de « trabajo a la demanda”;
- la aspiración a la autonomía y a la independencia de las nuevas generaciones que se posicionan en una lógica de multiactividades a fin de desarrollar actividades generadoras de ingresos, pero también de satisfacción y desarrollo personal;
- un contexto de urbanización que hace la densidad entre clientes y prestatarios suficientemente elevada para que la plataforma digital pase a ser útil;
- la tercerización creciente de nuestras economías, con el desarrollo del sector servicios;
- la irrupción de tecnologías que facilitan y multiplican el encuentro on-line.
Estas plataformas, que reúnen a trabajadores “jurídicamente independientes, pero económicamente dependientes”, serían “buenos servidores, pero malos maestros”. Aunque las plataformas puedan proporcionar oportunidades económicas como complemento de ingresos, para muchos usuarios constituyen verdaderas trampas de la pobreza y la precariedad. Favorecen el trabajo informal, el aislamiento profesional, la falta de espacios de trabajo adaptados, la complejidad administrativa y jurídica, la dificultad de acceso a una formación continua, y al mismo tiempo sin proponer ningún reparto del valor añadido.
Entonces, ¿cómo mejorar el sistema? En primer lugar, a través de la creación de un sistema de diálogo social entre los trabajadores autónomos y las plataformas. Después, mediante el desarrollo de una protección social en la que estas plataformas podrían participar.
En Europa, las mutuas de trabajo (o cooperativas de actividad y de empleo) comienzan a tener el viento a su favor. Estas organizaciones permiten a toda persona disponer del status de empleado y beneficiarse de una diversidad de servicios administrativos (contabilidad, fiscalidad, seguros…) permaneciendo al mismo tiempo autónomo en la consecución de las actividades profesionales. La cooperativa belga SMart (Sociedad Mutua para Artistas) constituye la insignia europea, con sus 75.000 miembros repartidos en 9 países.
Para más información: Observatorio de la uberisation: https://www.uberisation.org/